LA FELICIDAD COMO UN ASUNTO SERIO Y SOSTENIBLE

Hace algunos años, dentro de mi emprendimiento decidí apostar por la felicidad, como motor de la transformación y consolidación del «talentismo» como la clave del éxito organizacional, en mi clase sobre felicidad, para universitarios , dedico un módulo con mis alumnos a reflexionar sobre la felicidad en los países y esta columna resume de una forma espectacular lo que NO es Felicidad, definitivamente es imposible concebir una sociedad como Feliz si no consideramos las variables de bienestar, seguridad, igualdad, infraestructura para asegurar un entorno sostenible.


Nuestro país tiene mucho que trabajar y fortalecer para asegurar lo que llamo una «tierra fértil» donde todas las personas puedan florecer y dar frutos. TODOS queremos ser o sentirnos felices y Colombia es un país de gente resiliente que se sobrepone una y otra vez a los abusos constantes que nos llegan de muchos frentes, lo que hace que genuinamente nos mostremos al mundo como gente alegre, servicial y feliz, lo que suele reflejarse en rankings de percepción como el de Gallup; pero no debemos caer en la trampa de creer que eso es suficiente, la felicidad es un proceso serio que debemos integrar a todos nuestros sistemas sociales y organizacionales y que trabajado de forma comprometida, coherente y sostenida genera resultados de alto impacto tanto para los individuos, organizaciones y sociedad en general.

 

Jose Miguel Caro Lasso, CHO Plurum

 

 

EL PAÍS MÁS INFELIZ DEL MUNDO

Cualquier persona, por salir del paso, dirá ‘sí, soy feliz’. Porque culturalmente es negativo quejarse, criticar, discrepar.

 

Milena quedó embarazada a los 15 años. Tuvo su bebé y nunca terminó octavo grado. El niño, por negligencia médica, desarrolló una meningitis y quedó paralizado. A los 2 años, murió. El novio de Milena empezó a culparla por eso y se dedicó a golpearla por cualquier nimiedad que derivaba, siempre, en que todo había sido error de ella. Cuando Milena decidió volver a casa de su madre, después de que su novio le rompió dos costillas, recibió un ‘no’ rotundo. Se quedó sin un lugar adónde ir así que tuvo que volver a vivir con el hombre que la maltrataba. A los pocos días, no aguantó más y se tomó un frasco de pastillas.

Años después, recordaría esa noche y todavía se pregunta por qué ese hombre que la golpeaba a diario la había llevado a un hospital en lugar de dejarla morir. El recuerdo salió a la superficie cuando recibió la llamada de una empresa encuestadora en la que le preguntaban si era feliz.

 

Milena, sin pensarlo, respondió ‘sí’. Temió que la voz desconocida quisiera saber más detalles, en caso de que su respuesta fuera negativa. ¿Qué hubiera dicho si, al decir ‘no’, le hubieran preguntado por qué? ¿Por dónde empezar? Y, más aún, ¿por qué contarle su accidentada y triste vida a un extraño? Colgó el teléfono y un tiempo después vio los resultados de la encuesta por televisión: Colombia era el país más feliz del mundo. Pensó que podía ser cierto y que ella era la única encuestada que había mentido. Por pudor.

Porque quejarse es pecado. Porque expresar sus insatisfacciones siempre había derivado en una bofetada de su padre y luego en una golpiza de su novio.


¿Qué era, para ella, ser feliz? Nunca se lo había planteado. Su vida, con precariedades económicas, humillaciones e incomprensión desde que era niña —incluso soltarse el pelo era motivo de castigo—, le había dado poco tiempo para pensar en la felicidad. Recuerda que la recuperación después de su suicidio frustrado apenas si le dio unos días de gracia antes de que su novio volviera a la carga con nuevos insultos y malos tratos. Las secuelas —una debilidad del corazón y fallas renales— le quedaron de por vida. Siguió adelante como pudo, sin terapias físicas, sin apoyo psicológico. Así como Milena, cientos de colombianos fueron interrogados sobre sus niveles de felicidad.


Le preguntaron si era feliz, pero no le preguntaron si la hacía feliz no haberse graduado del colegio, no les interesó saber nada sobre el terror que le producía su padre, no les importó la zozobra que le producía vivir al día sin un seguro de desempleo, ni qué sintió cuando supo que una prima lejana fue atacada por un grupo paramilitar en Córdoba.


¿Era feliz de vivir en el país de América Latina con la mayor emergencia humanitaria? ¿Le alegraba pensar en las decenas de muertes violentas que la guerra y la delincuencia común dejaban en Colombia a diario? No. Porque la encuesta de la felicidad solo se preocupa por el subjetivo estado emocional de una sociedad aturdida por la muerte y la destrucción, educada bajo el peso del catolicismo, el cual reivindica el sufrimiento y condena los reproches frente a un destino preseleccionado por la sabiduría divina. La sociedad colombiana, sumisa, pasiva, se ha acostumbrado a vivir en condiciones precarias, de inestabilidad laboral, de frío y enfermedad, ignorantes del deber del Estado de proporcionarles bienestar, salud, educación, paz y justicia.

 

¿Son felices? Cualquier persona, por salir del paso, dirá ‘sí, soy feliz’. Porque culturalmente es negativo quejarse, criticar, discrepar. Otro cantar suena en países críticos —y no por eso menos felices— como Francia. ‘No, no soy feliz, exijo más’, y así es que obtienen más seguridad y más estabilidad.

 

Pero en Colombia respondemos que somos felices como cuando nos dicen ‘Hola, ¿cómo estás?’ y respondemos sin pensar ‘Bien, ¿y tú?’, así llevemos una semana en una depresión profunda, así odiemos atravesar Bogotá en un bus minúsculo para poder ir al trabajo. No conocemos nada distinto de este círculo dantesco del infierno, por eso confundimos la felicidad con la satisfacción de estar vivos a pesar de las adversidades. He sobrevivido, ergo, soy feliz. Y, además, qué pena con el señor encuestador que se tomó la molestia de llamarme, solo para que yo le dé la pésima noticia de que no soy feliz. Y así, todos dicen que sí, que son felices todos los días, que gracias a Dios estoy vivo.

 

Y la encuesta de la felicidad logra su cometido: cubrirlo todo con un subjetivo manto con los colores del arcoiris. Su manto cubre los miles de niños wayús que han muerto de física hambre; cubre las casas de descuartizamiento de Buenaventura; cubre la depredación de las multinacionales en nuestra tierra; cubre los paupérrimos niveles de educación de un pueblo que a duras penas es bachiller. Cubre una guerra fratricida, una sociedad de mujeres que reciben golpizas a diario; cubre las masacres de la guerrilla y de los paramilitares y una redistribución de la tierra que jamás se llevó a cabo, favoreciendo a una ínfima minoría de archimillonarios latifundistas.


No. Colombia no es el país más feliz del mundo. Un país con 5 millones de desplazados, cientos de miles de desaparecidos, miles de violaciones, descuartizamientos, desconfianza, hostilidad, no puede ser el más feliz del mundo. Es hora de que dejemos de difundir con bombos y platillos encuestas con el rigor de un chismógrafo y de que empecemos a medir lo realmente importante: el desempleo, la violencia, el desplazamiento, la desnutrición. Felicidad, la felicidad verdadera, es otra cosa, y colombianos como Milena lo saben bien.

 


María Antonia García de la Torre

Acceso artículo original


Un hombre pequeño está de pie junto a una gran sombra de sí mismo. | Plurum
Por Daniela 3 de abril de 2025
Por: Jose Miguel Caro , CHO en Plurum Gestión inhumana, indigestión humana , así confesó abiertamente una persona en un taller en el que me encontraba, que se referían muchas veces las personas de su organización al área de gestión humana-de personas- además de la gracia natural que esto causó en el recinto, escuchar estos dos términos me generó una profunda necesidad de reflexión, en la medida de poder determinar el porqué en una organización prestigiosa, que paga bien, que tiene buenos beneficios para sus empleados, donde la gente en general tiene unas condiciones privilegiadas; podrían algunos, porque sería un error generalizar, dirigirse al área de gestión humana, bajo una calificación de gestión inhumana o indigestión humana. Y no es la primera vez que escucho términos como estos en las organizaciones, donde, cierto porcentaje de personas, evidentemente la minoría, establece posturas alrededor de una altísima detracción frente a la función de talento humano y creo que un poco, desde la autorreflexión, en la mirada hacia adentro, la función de gestión humana tiene algo de responsabilidad en esta situación. Somos nosotros mismos, los que nos dedicamos a la función de talento humano y especialmente mis colegas que en el día a día cuidan y trabajan por la gente, quienes queremos resolver y atender todas las necesidades de las personas, fomentar un paternalismo excesivamente sobreprotector que busca solucionar todos y cada uno de los asuntos de los empleados. Y en ese orden de ideas, acostumbramos a la gente a que cuando necesita o quiere algo se lo damos y eventualmente, cuando llega un momento o una nueva postura, que busca ser un poco más coherente, más armonizada, más responsable, por qué no más balanceada y equitativa; pareciera que las personas entran en un escenario de “pataleta” donde si no me das lo que yo quiero, cuando yo quiero, donde yo quiero, entonces eres una gestión inhumana…Si no me das el curso que yo quiero, si no me das el beneficio que yo quiero, si no me das el permiso que yo quiero, si no atiendes mi necesidad con la respuesta que yo esperaba. Todo esto me invita a pensar en cómo vamos a reubicarnos, es clarísimo que desde nuestra función tenemos la gran vocación de cuidar a la gente, pero cuidar a la gente no es sobreprotegerla. Cuando uno cuida a alguien en el escenario de su trabajo, en el escenario de la familia, cuando cuidamos nuestros hijos, les estamos enseñando a ellos a ser buenos seres humanos, a ser buenas personas para el mundo, personas responsables que cumplen, que entienden, que ponen el bien común sobre el bien particular, que se relacionan de manera adecuada, que no hacen pataleta. Y lo mismo tenemos que hacer al interior de nuestras organizaciones en la medida en que nuestra postura siga siendo transaccional, buscando solucionar desde el qué le doy, cuánto le doy, cómo se lo doy de forma inmediata, vamos a seguir encontrando la misma situación; personas que ponen su satisfacción en el tener y que al no obtener lo que quieren, manifiestan una altísima insatisfacción con el entorno de gestión humana y es esa minoría de personas, porque quiero recalcar que son una minoría, generan un gran malestar organizacional entrando a contaminar a aquellos otros que se sienten a gusto en el entorno de su trabajo y que de una u otra manera, a veces un poco silenciosa, están orgullosos y confiados de trabajar en su organización. A mis colegas de gestión humana les diría que cuidar no es sobreproteger, les digo que nuestro trabajo es generar un entorno adecuado, es generar un terreno fértil donde cada individuo pueda elegir alcanzar su máximo potencial; y a las personas que se refieren de esa manera a la función que en sus organizaciones se dedica a generar o a conectar alternativas y caminos para que podamos tener un entorno de bienestar, de calidad de vida desde lo transaccional, emocional y relacional, les digo que si no les gusta su trabajo, si no les gusta su empresa, si es tan inhumana, eventualmente tienen la posibilidad de renunciar. Obviamente en estas líneas estoy hablando de las organizaciones que lo hacen bien de manera genuina, desde la gestión de talento humano, porque no tendría sentido dedicarle más que media línea de esta reflexión a aquellas organizaciones que lo hacen mal y que abandonan a su gente, a esas organizaciones que espero más temprano que tarde el tren de la sostenibilidad las lleve a reubicarse o extinguirse.
Un hombre yace en el suelo con notas adhesivas en la cara.
Por Daniela 3 de abril de 2025
Por: Manuela Acosta , Laura Sastoque y Andrés Gutiérrez , Equipo de consultoría, Aprendizaje e investigación. El hecho de que a veces la sensación de seguridad sea más importante que la seguridad real, nos explica el concepto del “Teatro de la seguridad”; se ha descubierto que es probable que evaluemos una situación como menos peligrosa si creemos tener el control sobre ella. Piensa en esta situación, después de los ataques del 9/11, se incrementó la percepción de que viajar en un avión es mucho más inseguro que otro tipo de vehículos, a pesar de que la probabilidad real diga lo contrario:
Un grupo de personas junta sus manos formando un círculo.
Por Daniela 3 de abril de 2025
Por: Steffany Sáenz Malagón , Diseñadora en Plurum El trabajo en equipo no solo está ligado a tener un buen líder y unos compañeros de trabajo perfectos, va más allá de eso, se trata de tener la capacidad profesional y madurez emocional de lidiar con diferentes tipos de personalidades, reconociendo las habilidades de cada uno para lograr grandes cosas de manera conjunta. No todas las personas que conocemos en el transcurso de nuestras vidas son 100 % afines a nosotros, si fuese así, la convivencia y las relaciones humanas serían mucho más sencillas de manejar, pero como no es la realidad, tenemos que ser capaces de adaptarnos a las diferentes circunstancias y personas para alcanzar los resultados propuestos. Hay días en que los compañeros de trabajo llegan con la mejor energía, proactivos y positivos a cualquier reto, hay otros días que la energía está baja y nadie tiene la disposición de hacer las cosas, pero es aquí, en los momentos “malos” donde debemos trabajar en equipo, comprender al otro y lograr los objetivos, no importa si es lunes o si el día está gris o nos llegó un jalón de orejas, tenemos que unirnos como equipo y aprovechar los diferentes talentos para superar los obstáculos que se presenten y lograr llegar a la meta. Trabajar en equipo es fundamental hoy en día, por ahí dicen que “dos cabezas piensan mejor que una” y no está del todo errado, muchas veces cuando trabajamos en equipo podemos llegar más lejos que si lo hiciéramos de manera individual, las ideas del otro y los conocimientos de las diferentes personas que se encuentran en el equipo nos sirven para ver las cosas desde otras perspectivas y encontrar soluciones que muchas veces de forma individual no vemos, además, un buen equipo de trabajo siempre estará unido, porque es en medio de las dificultades que se crean lazos de compañerismo, lealtad, confianza y camaradería, cuando se tiene algún tipo de “aprecio” por estas personas que conforman tu equipo de trabajo, jamás las dejaras caer y tendrás la tranquilidad de sentirte respaldado. Cuando trabajamos en equipo y comprendemos su importancia, no nos interesa llevarnos el reconocimiento personal, lo que importa es que el equipo entregue los mejores resultados y ellos hablen por sí solos, internamente se darán los reconocimientos individuales pertinentes y con esto se construyen las mejores relaciones interpersonales entre lideres y compañeros. Hoy hagamos una reflexión y preguntémonos qué tan buen compañero de trabajo o qué tan buen líder de mi equipo soy, pensemos por un instante si soy el integrante que mi equipo necesita o qué debo mejorar para que mi equipo sea cada vez mejor, de esta manera creceremos como profesionales y como personas, no olvidemos lo que dijo Alejandro Dumas en una de sus obras “Uno para todos y todos para uno”. Material complementario: https://www.youtube.com/watch?v=xIonKgCvhoc Créditos de la imagen: IEIE
Un primer plano de una persona leyendo un libro.
Por Daniela 3 de abril de 2025
Por: Ángela Hernández , Gerente de Consultoría en Plurum Los libros, verdaderos tesoros que han logrado trascender más allá de la misma historia que recogen cada una de sus páginas, y que han permitido contar momentos, algunos de ellos reales, tal vez otros míticos o bibliográficos, etc, pero en todo caso infinitos; porque al final cada libro es la materialización de la realidad de quien se arriesga a ser visible a través de las palabras y también la realidad de quien decide sumergirse en los párrafos y recrear su propia versión. Los libros tienen y cuentan su propia historia, así como lo describe Irene Vallejo en su maravillosa obra “ El infinito en un junco”; relato que describe la evolución de los libros desde sus inicios, y cómo estos logran subsistir más allá de las más feroces batallas, en las que el tesoro más preciado no era el oro o la plata, eran los libros…porque allí estaba lo que generaba el verdadero poder, el conocimiento; este dado por la posibilidad de saber, entender y retratar una realidad vista desde los ojos de quien la vivía y cómo la convertía en algo cierto a través de las palabras que quedaban retratadas en un libro, dibujo, o texto para la posteridad. Y es que un libro, es como la misma mente, absolutamente infinita; y existen tantos, como pensamientos, y tenemos total libertad sobre ellos que podemos decidir qué leer, cuándo, cómo, con quién, para qué…ahora; ¿Qué tanto disfrutamos de esa posibilidad y la hacemos una oportunidad para nutrir nuestra mente, así como lo hacemos con nuestro cuerpo? Los libros, amplían nuestra capacidad intelectual y cognitiva, porque permiten extender nuestro nivel de conocimiento, generando cuestionamientos, diferentes puntos de vista y conceptualizaciones, que aportan en nuestro propio desarrollo, el cual impacta de manera directa al contexto en el que nos encontremos. (laboral, académico, social, familiar), Hoy, a pesar que aún falta un gran camino por recorrer, hemos evidenciado en Colombia un leve incremento en los hábitos de lectura, no importa el medio (físico, digital, verbal), lo que sí interesa es qué hay que seguir avivando la pasión que genera un buen libro, desde lo intelectual, formativo o simplemente como parte de las buenas rutinas de la vida. Según la encuesta nacional de lectura del Dane de 2017, el índice de lectura arrojaba, que cada colombiano leía 2,73 libros al año cifra que ubica a Colombia en un puesto inferior a países latinoamericanos como México, con una lectura promedio anual de 2,9 libros; Perú, con 3; Brasil, con 4; Argentina, con 4,5, y Chile, con 5,4.  Consultar https://www.elespectador.com/bogota/que-esta-haciendo-el-distrito-para-fomentar-el-habito-de-la-lectura-en-bogota/ . Por tanto, motivar desde los primeros años el hábito de la lectura puede fomentar mejores estilos de vida, que contribuyan a la salud mental y emocional de las personas y la sociedad en general. En ese sentido, en los ambientes de trabajo, debemos seguir fortaleciendo la gestión del conocimiento, a través de herramientas como la lectura y la investigación, premisas claves del desarrollo; promoviendo en los equipos y las personas hábitos a través de estrategias como los foros, los clubes de lectura, charlas y debates, los cuales pueden ser prácticas que apalanquen y movilicen el talento hacia la consecución de logros que superen las expectativas, llevando a las organizaciones a ser cada vez más competitivas, sostenibles y gestoras del cambio y la transformación. Para finalizar un pequeño test de cierre: ¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Qué recuerdas de esta lectura? ¿Qué libro recomendarías a un amigo? Gracias por ser parte del universo que hay detrás de cada libro. *Créditos de la imagen: República.com
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